DESDE EL ALMA

Thursday, March 13, 2008

ALEGATO POR EL ORDEN Isabella Di Carlo

12/03/2008
Si comenzáramos a comprender lo que Orden significa, lo escribiríamos con mayúscula, trabajaríamos en nosotros y en el mundo por él, sería el faro de nuestra ruta. ¿Por qué? Porque sólo una cosa es necesaria para que los grandes problemas individuales: la dependencia, la depresión, el temor, la agresividad, la ansiedad y los grandes problemas sociales: la violencia, la pobreza, las drogas, la contaminación, e incluso las guerras dejen de asolar a la humanidad, una sola: que cada cual ocupe su lugar y ocupándolo cumpla su parte.
Eso es estar en orden, veámoslo.
Si comenzáramos a comprender lo que Orden significa, lo escribiríamos con mayúscula, trabajaríamos en nosotros y en el mundo por él, sería el faro de nuestra ruta.
¿Por qué?
Porque sólo una cosa es necesaria para que los grandes problemas individuales: la dependencia, la depresión, el temor, la agresividad, la ansiedad y los grandes problemas sociales: la violencia, la pobreza, las drogas, la contaminación, e incluso las guerras dejen de asolar a la humanidad, una sola: que cada cual ocupe su lugar y ocupándolo cumpla su parte.
Eso es estar en orden, veámoslo.
Ocupar cada uno su lugar requiere conocerse, conocerse requiere aceptarse y amarse. Sólo quien se acepta y se ama puede amar.
Ocupar cada uno su lugar supone comprender que la vida son procesos y el cambio es lo único constante, por lo que el lugar correcto hoy puede no serlo mañana; es estar atento, ver los contextos, no actuar de memoria, no mirar sin ver, no oir sin escuchar; no actuar sin pensar.
Comprender de verdad que la vida es un proceso implica perspectiva.
La perspectiva es la condición indispensable para tomar decisiones correctas, para estar al timón, es decir para no ir a la deriva, para no dejar que sean las condiciones externas las que impriman el curso, el ritmo y el tono a nuestro viaje; para ser lo que vinimos a ser: dueños de nuestras emociones y de nuestro destino. Muchas veces logramos perspectiva con el tiempo, precisamente por eso se dice del tiempo que es un gran maestro, que todo lo cura.
Nuestro objetivo debiera ser tener perspectiva en presente. Para tenerla hay que elegirla, entrenarse, desarrollarla, cultivarla.
Si lo hacemos nos equivocamos menos, nos causamos y causamos menos sufrimiento, y nos ahorramos numerosos y aburridos rodeos en llegar a la meta: aprender.
Múltiples tradiciones espirituales milenarias hablan de “estar en presente”, un mensaje que por fortuna han retomado por varios escritores contemporáneos.
¿Qué es estar en presente?
¿Qué actitud interna supone?
¿Qué consecuencias tiene en nuestro modo de sentir, de responder, de hacer sentir a otros?
Estar en presente no es ni más ni menos que expandir el tiempo, disponer de unos momentos de silencio, es decir, unos instantes creativos en los que se puede elegir una respuesta nueva. Las respuestas nuevas ante los viejos problemas, tienen un nombre: son soluciones.
Solución es lo que resuelve y lo que disuelve.
Resolver es pasar a otro nivel.
Disolver es la condición previa para pasar a otro nivel, es librarse del obstáculo. Estar en presente es, en última instancia tener perspectiva, ver en 360º y poder optar.
¿Cómo saber si estamos en presente?
Muy sencillo, cuando tenemos perspectiva, cuando nos adaptamos a cada contexto, cumplimos nuestra parte.
Cuando cumplimos nuestra parte creamos armonía en nuestro mundo interno y en nuestro alrededor, las cosas dejan de estancarse y repetirse.
Evolucionan. La armonía es en sí misma un proceso, respira, tiene ritmos, crestas y valles.
No es un estado de felicidad permanente, como ingenuamente pensamos a veces.
Los conflictos son desafíos que hacen parte de nuestro entrenamiento, el dolor hace parte de nuestro aprendizaje y asumirlo cuesta.
No nos engañemos, una cosa es tener asumido intelectualmente que las recaídas hacen parte del presupuesto de la vida, y otra muy diferente es aceptarlo de verdad.
Si algo he constatado en más de veinte años como psicóloga clínica, acompañando a personas de todas las edades, nacionalidades, profesiones y niveles de consciencia, si algo he aprendido de mi propia experiencia, es que cuando hemos elegido crecer, tendemos a construirnos esquemas y de ahí pasamos a los decretos.
El más frecuente es el de dictaminar que X problema está superado. La verdad es que “decretar” es siempre peligroso.
El pasado tiene su propio criterio, él decide lo que está superado y lo que no, él decide si regresa, y cómo, y cuando. Nuestra parte no es tanto etiquetar, sino más bien elegir la fe. Fe en nosotros, confianza. Fe en la vida, optimismo. Fe en Dios, en un Orden Universal, en Una Inteligencia Cósmica, o lo que es lo mismo, devoción por la luz.
Si elegimos la fe, el presente se expande y aún en presencia del conflicto (el pasado que regresa) tenemos libertad de elegir.
Elegir es reconocer los automatismos y poder afirmarse en el no, es avanzar paso a paso hacia la libertad.
Tener perspectiva implica tener y tenerse paciencia, una paciencia perseverante y suave.
Una dificultad casi universal en el viaje interior de quienes dicen sí a la vida, es lidiar con las oscilaciones que en una larga etapa del sendero se tienen en el compromiso entablado con uno mismo, oscilaciones que generan un gran desorden en nuestra forma de vincularnos con los demás y con la vida.
Esa etapa se caracteriza por una bipolaridad desgastante: hoy confío en mi, mañana siento que ni valgo, ni puedo, ni merezco; hoy veo el sentido de todos los procesos, agradezco lo bueno y lo malo, mañana todo es neblina, confusión, me critico, me comparo; hoy elijo a esta persona, mañana no se si realmente la quiero; etc.
La mejor forma de mitigar ese desorden es abrazar el concepto de equilibrio como fin y elegir la perseverancia y la perspectiva como medios.
Decíamos que si estamos en orden ocupamos nuestro lugar.
¿Cómo saberlo?
Si sientes y sabes que tu sueldo es injusto, pero no enfrentas a tu jefe, no argumentas, no te atreves a plantearte que la última palabra es tuya, no ocupas tu lugar.
Si explotas a tus empleados, si crees que obtener a cualquier precio el mayor beneficio es sinónimo de ser más listo y no comprendes que robas, que dañas, que eres sembrador de frustración y disarmonía, no ocupas tu lugar.
Si sueñas con desarrollar la vertiente creativa de tu naturaleza pero no pasas a la acción, no buscas con quien, dónde, cómo, si las excusas y el postergar son todo lo que a tu creatividad puedes darle, no ocupas tu lugar.
Si descargas tu ira en los más débiles, si en tu casa no tratas a todos con respeto, si tu enfado no se canaliza en una fuerza de afirmación constructiva, no ocupas tu lugar.
Si alguna dependencia te esclaviza, sea en relación al tabaco, al alcohol, a las drogas o a una persona, te estás perdiendo la esencia misma de la vida y claramente no ocupas tu lugar. Si te quejas, si buscas culpables afuera, si no ves en aquello que la vida trae espejos en los que observarte para reconocerte y tomar gradual posesión de ti, no ocupas tu lugar.
Una bella definición del amor dice que es una energía renovadora y ordenante, que pone cada cosa en su lugar.
Vivir de veras es viajar hacia el amor y navegar en una senda de interrogantes esenciales.
¿Asignamos en nuestras vidas a cada cosa, a cada ser, a cada persona, el lugar que le corresponde?
¿Tenemos a nuestra mamá en su lugar o seguimos siendo obedientes, dependientes e influenciables?
¿Ponemos al hijo en su lugar, o pretendemos que vea la vida por nuestros ojos y le obligamos a rebelarse, distanciarse y resentirse?
¿Ocupa el trabajo su lugar o invirtiendo la polaridad vivimos para trabajar?
¿Hemos situado al dinero en su lugar, o vivimos hipotecándonos, o negamos su valor, o seguimos creyendo que su valor determina el nuestro?
¿Tenemos un espacio para el silencio y la soledad, o vivimos agobiados, apresurados, sin concedernos la pausa que nos daría perspectiva?
Analicemos hondo, hondo, pues sin respuestas sinceras, no llegaremos al amor.
Isabella Di Carlo

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