DESDE EL ALMA

Thursday, December 07, 2006

REFLEXIONES PARA NAVIDAD



Belén es la casa del pan y Spica- espiga- la estrella del alma.

¿Y si brillara en la profundidad de la noche la estrella de la justicia

y tuviéramos pan de amor para los inocentes?

¿Y si ese día pudiéramos desprendernos un poco de aquello

que sobra para salir de nuestra propia sombra?

¿Y si descubriéramos el potencial del alma dando a otros lo que les falta?

“Perdónales porque no saben lo que hacen”,

pero si ya sabemos de su mensaje y, en definitiva, aún no lo encarnamos.

¿Somos de veras humanos?


Treinta y cinco mil niños mueren cada día de hambre.

Cada uno de ellos venía a ser una faceta única del mismo Dios de amor que en todo ser humano se hace carne. ¿No te hierve la sangre? Es navidad, la nieve cae.


El genocidio de los inocentes puede olvidarse, pero no se nos puede olvidar que ahora es hora de celebrar lo que hemos dado en llamar amor y paz, aunque el tsunami de la miseria arrase. Es navidad, la nieve cae.


Esta navidad, muchos otros viejitos van a morir de frío. ¿Qué más nos da?, aunque caiga nieve en el corazón, hoy gozaremos del pan y el vino.


Que hoy nace Jesús y ya aprenderán todos a llevar con paciencia su propia cruz.


Es navidad, ha caído nieve en el alma.


Los cayucos de la esperanza ya podrán seguir naufragando en la mar; si las cifras revelan una macro economía pujante eso pareciera ser lo esencial; lo otro, lo humano, podría ser importante, pero no más.


Por si discursos, foros y declaraciones de paz, no lograran ocultar el maremoto de la insolidaridad, todavía hay una salida: imponer la paz de los vencedores sobre los vencidos y refrendar esa injusticia con el rimbombante nombre de un tratado de paz. Una nueva trinchera podemos entonces cavar, y así justificar los dos mil ochocientos millones de dólares que invertimos hoy y todos los días en la industria de las armas, para que por decreto haya orden y paz sin alma.


En las grandes ciudades gastaremos millones en fuegos artificiales y llamaremos amor o alegría a la algarabía mientras, en los belenes del mundo, la desnutrición apaga el fuego de vida. La consigna para este vacío de humanidad pareciera ser: ¡Consumidores de la paz uníos, que así no vivamos la paz de verdad, podemos muy fácil comprar disfraces de paz! Los hay para todos los gustos y condiciones: los de la paz de la comodidad, los muros de la falsa seguridad, los de los seguros de vida que sólo aseguran tu muerte, la de los casinos y las loterías para que cambies tus sueños por suerte. Los del premio de consolación del cielo eterno para que aceptes ahora el infierno.


También hay otras estrategias sutiles para creer que es posible tener la paz sin convertirnos en ella: la paz que da el regresar al pasado para eludir el presente. La paz de vivir a orillas de la vida y ver pasar su corriente. La paz de creer que lavarse las manos es suficiente. La paz del crédito que asegura hoy el tener, aunque nos cueste hipotecar el ser. La paz que da el poner a producir el dinero en inversiones a riesgo, aunque aún sin saberlo con ellas se financien la droga, el tráfico de armas, la trata de blancas y, con la deforestación, conviertan la tierra en desierto...


Pero, ¿qué más da, si podemos hacer como si lo ignoráramos y quizás sean sólo los otros- los propios hijos y nietos - quienes dolorosamente vivan las consecuencias de nuestra indiferencia?


¿Qué más da, si se derriten los hielos y nieves eternas o se destruye ahora la tierra, si nos podríamos inventar un sueño de naves nodrizas para salvar a quienes supuestamente tenemos conciencia? ¡Qué más da el permitir con nuestra indiferencia que prematuramente otros se mueran, si podemos comprar nuestra comodidad, que a otros les cuesta su vida y su tierra!


Qué más da, si parecen ser otros los que por nosotros hacen la guerra. Victoriosos, podríamos ahora dejar caer unas cuantas migajas, y así creer que salvamos el alma. Tal vez, como en todas las navidades, en esta también podremos encontrar motivos para celebrar. ¡Lo importante ha sido celebrar aunque no haya motivos ciertos, aunque los niños se sigan muriendo, aunque sigamos produciendo consumidores para mercancías y hoy se pueda comerciar también con la vida!


¿Y si brindáramos por la esperanza y en la geografía humana también tuviéramos oriente y Sur? ¿Y si pudiéramos compartir ciencias, tecnologías y medios de producción con sus materias primas y sus semillas? ¿Y si pudiéramos nacer de nuevo al amor? ¿Y si pudiéramos provocar un deshielo interior?


Que en Navidad celebremos el deshielo del corazón para que lágrimas de amor sanen tantas heridas del alma humana. Que en esta Navidad, la oración eleve el corazón en la levedad y la gracia del desapego para ser con ellos hijos del Dios del amor. Que ese Fuego consumidor reduzca a cenizas las murallas que aíslan vida de vida y brille la luz en esta noche oscura del alma.


Belén es la casa del pan y Spica- espiga- la estrella del alma. ¿Y si brillara en la profundidad de la noche la estrella de la justicia y tuviéramos pan de amor para los inocentes? ¿Y si ese día pudiéramos desprendernos un poco de aquello que sobra para salir de nuestra propia sombra? ¿Y si descubriéramos el potencial del alma dando a otros lo que les falta?


Que en esta navidad el misterio del segundo nacimiento sea develado. Que seas de nuevo amigo, padre o madre, hijo, hermano de tus hermanos. Humano. Que el África entera sea también tu tierra y el genocidio del hambre te duela. Que naufragues en cada naufragio y mueras mil veces en toda guerra. Para que tu propia humanidad salga de su trinchera de falsa seguridad y entonces lo que llamamos paz, sea de veras la paz. Y sea la tierra, Tierra.

Jorge Carvajal Posada

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