DESDE EL ALMA

Thursday, November 02, 2006

DESDE EL ALMA

DESDE EL ALMA

LA RESISTENCIA AL CAMBIO I

Jorge Carvajal Posada


Cuando a través de la relación nos confrontamos es posible cambiar y transformarnos mutuamente, porque al transformarnos nos estamos liberando; estamos aquí para confrontarnos amorosamente, no para enfrentarnos. Confrontar y enfrentar son dos términos diferentes; enfrentar incluye dos personalidades, dos caras, dos apariencias que se pelean por el poder; confrontar, en cambio, significa revelar.

Cuando a través de la relación nos confrontamos es posible cambiar y transformarnos mutuamente, porque al transformarnos nos estamos liberando; estamos aquí para confrontarnos amorosamente, no para enfrentarnos. Confrontar y enfrentar son dos términos diferentes; enfrentar incluye dos personalidades, dos caras, dos apariencias que se pelean por el poder; confrontar, en cambio, significa revelar.


El amor es un instrumento de la revelación, es lo que nos permite cambiar, transformarnos y liberarnos. Al cambiar revelamos una nueva faceta de nosotros mismos; por eso decimos que el amor es aquello que revela todas las cosas, aquello que revela una faceta fresca y nueva del Ser, aquello que nos permite renacer al Ser en cada instante; por lo tanto el Ser no es algo que “está”, es algo que “es”, y en ese sentido, es algo que renace permanentemente. Entonces tenemos una gran responsabilidad en la vida, una responsabilidad que sintetiza todas las otras responsabilidades, y esa responsabilidad es el cambio.


¿Cuándo somos responsables? Cuándo no somos refractarios al cambio, porque estamos aquí para cambiar, para transformarnos, para ayudar en la transformación de otros y del mundo; estamos también para transformar la naturaleza, reconociéndola en nuestra esencia, es decir, en nosotros. El cambio es el termómetro de la evolución, con él podemos medir qué tanto hemos tomado posesión de nuestro Ser y de nuestra genuina responsabilidad; así que podemos preguntarnos, cuánto hemos cambiado en los últimos cinco años, en los últimos dos años o en el último mes. Ahora, ¿cómo ocurre el cambio? Es muy importante darnos cuenta cómo cambiamos, porque todos lo hacemos más o menos de la misma manera y la mayoría de nosotros estamos en una fase refractaria a él, por eso sufrimos.


¿Qué es el sufrimiento? Resistencia al cambio, ¡no más!. La vida nos duele, pero cuando nos resistimos al dolor y a la lección que éste trae, convertimos el dolor en sufrimiento, nos resistimos al cambio, no asumimos nuestra responsabilidad y obviamente no crecemos, nos quedamos congelados en los condicionamientos.


Veámoslo de otra manera: ¿cuáles son nuestras zonas de resistencia al cambio? ¿Dónde nos hemos congelado? ¿Dónde tenemos dificultad para la aceptación? La primera evidencia de resistencia es la no aceptación; es condición del cambio la aceptación incondicional de lo que somos; si no es así, estamos en la inconsciencia, y cuando somos inconscientes somos apariencia, no somos el Ser. Para revelar el Ser necesitamos conciencia y para ingresar en el territorio de la conciencia necesitamos aceptar. Entonces, el primer paso para cambiar es aceptarse.


Para llegar a la aceptación es necesario saber dónde estamos, pero este saber es doloroso, y lo es porque tenemos mucho temor de asumirnos, de reconocer nuestra sombra. Muy frecuentemente nos encontramos en la noche oscura y encendemos una luz, pero una luz artificial con la que nos justificamos y creemos que estamos de día, cuando no es así; de esta manera reemplazamos la luz interior, la luz del alma con luces artificiales; sin embargo, llega el día en que nos sentimos impotentes, vulnerables, descubrimos nuestra desnudez y obviamente nos sentimos tristes, con dolor, pero es precisamente en ese momento en que reconocemos nuestras limitaciones, reconocemos la ilusión, el espejismo en que vivimos, y es también el momento en que elegimos uno de los dos caminos que tenemos como opción: o tomamos el camino doloroso de la aceptación, el cual nos permite vislumbrar un horizonte, o tomamos el camino del sufrimiento, en el cual seguimos rechazando aquello que somos, seguimos inventándonos ropajes artificiales y confundiéndonos con aquello que no somos.


La vía del sufrimiento es muy importante porque no se queda sólo en el plano emocional sino que se inscribe en el cuerpo, se vuelve una colitis, una úlcera, un cáncer, una artritis, una enfermedad autoinmune; ese sufrimiento tiene muchos nombres y apellidos. Buena parte de las dolencias de nuestro cuerpo, son simplemente las huellas del camino del sufrimiento que nosotros mismos hemos ido gravando dolorosamente en él. Huir del dolor genera sufrimiento porque afirma el dolor y niega su significado. El problema no es que nos duela, el problema es que el dolor no tenga sentido, no tenga significado. Cuando el dolor adquiere significado, permite aceptar y reconocer nuestros límites, comprender que tenemos un camino para emprender y un propósito para formularnos en la vida; esa es la lección de nuestros límites. Si no reconocemos nuestros límites, no podemos tener ni caminos ni propósitos. Lo que sucede es que reconocer los límites es siempre muy doloroso. Nuestra responsabilidad es darle un sentido al dolor; si no descendemos a ese infierno interior y no aceptamos nuestras limitaciones y sombras, nunca vamos a poder reconocer desde adentro la necesidad de la luz, siempre vamos a encender afuera una luz artificial que no tiene raíz ni fundamento en nuestro corazón.


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