DESDE EL ALMA

Saturday, February 03, 2007

VALORES QUE CURAN de Isabella Di Carlo.


Siendo el apego condición del sufrimiento y el desapego condición del amor,

se analiza el vínculo con los hijos en su doble faceta:

cuidar su desarrollo y favorecer en el proceso de educarles,

nuestro propio crecimiento interno.

No hay en este mundo un vínculo más privilegiado para ensayar y aprender el amor que la paternidad. No afirmo que no haya amores más grandes, los hay, pero sólo luego de conquistar esa forma personal del amor se accede al amor impersonal al Maestro y a la humanidad. Asumamos que en tanto haya apego, la maternidad y la paternidad son uno de los mejores entrenamientos posibles en el campo emocional, y veámoslo.

¿Qué hace de los hijos algo tan especial? Que son a la vez completamente nuestros y por entero de la vida. Todo padre y madre que amen, saben y sienten que la vida de su hijo está en custodia temporal, que no les pertenece, que su tiempo es el futuro, que su sino es la libertad. Saben que su única misión es cuidarle, protegerle y nutrirle para que llegue a ser quien es. A diferencia del amor de pareja, es habitualmente fácil asumir que la posesividad y la manipulación son formas no sólo incorrectas, sino destructivas de vincularse. Desde el instante mismo del nacimiento, y en caso de parejas sensibles, desde la concepción, se comienza a vivir en la permanente disposición de hacer lo que es mejor para ellos. Nos entrenamos en olvidarnos de nosotros, en poner por encima de todo su bienestar, y paradójicamente es en esa descentralización como llegamos a conocernos más amplia y profundamente que nunca antes. Superar el egoísmo, la comodidad, entrenarse en discernir, en evaluar permanentemente lo más adecuado, templar las propias emociones, revisar los hábitos no conscientes de nuestra propia infancia, son sólo algunas de las muchas pruebas que un hijo plantea.

¿Y la maternidad y paternidad con apego? Son tóxicas. Es la historia de la psicopatología, los ejemplos llenan volúmenes, que llenan bibliotecas. Hay autores como hojas en un árbol y casos como hojas en millones de bosques. Con una visión de síntesis podemos decir que el apego se da en dos vertientes igualmente destructivas. En una los hijos cumplen la función de compensar las carencias de su madre o de su padre, se les niega su verdadera identidad, son apoyos, se les utiliza. Se les da y se les cobra lo que se les ha dado, se les hace sentir que hay deudas pendientes, se les exige, se les responsabiliza de la infelicidad de los padres. Se les hace sentir que son ellos quienes tiene que resolver lo que los padres no han resuelto, eso genera impotencia y por tanto baja autoestima, se les condena a repetir en su futuro vínculo de pareja una relación en que se dejan abusar.

En la otra vertiente se les da sin discernimiento. En ausencia de discernimiento podemos saber que estamos en presencia del apego, a diferencia del amor el apego tiene ceguera. Aunque el polo es el de la generosidad se cae en el mismo conflicto, se repiten dificultades no resueltas de la historia infantil de los padres, se “compensa” en lo hijos. ¿Cómo se manifiesta esta forma de querer? En confundir dar con consentir y educar con malcriar. Flaquea la disciplina, se diluyen los límites y se hipertrofia el deseo. La manipulación funciona en la otra dirección, los hijos chantajean y obtienen casi todo lo que piden. ¿Resultado? Les encauzamos directamente al pantanoso territorio de la dependencia. Acostumbrados a recibir tres cuartas partes de lo que desean, cuando deban enfrentarse como adultos a la realidad de que sólo se consigue una cuarta parte de lo que uno quiere, no resisten el salto y se refugian en la depresión, o aún peor en el alcohol o las drogas.

El segundo gran obstáculo en la educación con apego es el temor, es frecuentemente una dificultad de las madres. Es habitual ver que muchas de ellas confunden amor con preocupación, o incluso amor con temor, llegando a creer que la medida de su sufrimiento da la medida de su amor. Ningún error ha causado más daño. Las mamás ansiosas porque sus hijos se enferman, los enferman más; las mamás temerosas de que sus hijos se lastimen jugando crean seres inseguros; las excesivas preocupaciones por la higiene y las enfermedades crea hipocondríacos y obsesivos; el excesivo acento en la comida crea obesos, bulímicos y anoréxicos. La mayor parte de los problemas de salud y de las dificultades emocionales de los niños pequeños, se resuelven sin jamás llegar a tratarles a ellos, simplemente desaparecen cuando sus madres realizan una adecuada psicoterapia. La vinculación energética entre las madres y los hijos no ha sido aún suficientemente resaltada, el cordón umbilical emocional no se corta hasta que los niños cumplen los siete años, ellos sienten lo que ellas sienten. Cuando ellas comprenden que el de amar es un arte que todos debemos aprender, y asumen que lo que sus hijos piden de ellas es que crezcan en equilibrio, calma, sentido de las prioridades y visión contextual, maduran y se desapegan. Ningún beneficio puede ser mayor para la familia, y la sociedad.

NOTA DEL EDITOR

http://www.davida-red.org/editorialesview.aspx?key=836

El texto es un extracto del libro

VALORES QUE CURAN de Isabella Di Carlo.

1 Comments:

At 1:01 PM, Blogger Unknown said...

Adoro a Isabella di carlo es fantástica un espíritu hablando, solo belleza sale de su boca gracias Iabella!!

 

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